viernes, 30 de marzo de 2018

23 de marzo de 2018. El Bar Avd. Instituto Obrero, 20 Tf 963034792

Un viernes más vamos a comer a un local que no hayamos estado antes. Dada la mañana de trabajo que tenía Andrés, se decide por buscar un local por los alrededores de donde iba a estar a la hora de la comida. Pero no reserva así que nos encontramos con un local que no tenía carta (opción A), otro que no tenía sitio (opción B) y como bien dice el refrán 'a la tercera va la vencida'. 
Estamos en un local en los bajos de unos apartamentos y al lado de un hotel.

Pese a lo que podría pensarse que iban a tener paella, calamares a la romana, jamón y sangría, nos encontramos con sorpresas.

Sólo disponen de una mesa libre que es para seis pero no dudan en ubicarnos en ella. Es una de las mesas altas que tienen acompañadas de banquetas. La persona que nos atiende nos pregunta si estamos cómodos. Lo cierto es que si, estamos cómodos.
El local es funcional pero bonito, con decoración y detalles que lo hacen agradable. Por cierto, el cuarto de baño, donde entré a lavarme las manos, estaba tremendamente limpio: ni un papel fuera del sitio, ni unas gotas donde no debían estar y olía a limpio. Bien comenzamos.
Nos dejan con las cartas.

Hay menú infantil, menú vegetariano y otros. Nos vamos a la carta y nos llaman la atención las sugerencias. Hay tres y pretendemos pedirlas las tres y luego un entrecot de buey. Quien nos atiende nos comenta que es excesiva comida, así que reducimos.

Pero comencemos por el principio. A la espalda de Andrés hay una estantería con botellas de vino. Nada más ver San Román, se lo comento con tanto entusiasmo que no duda que será el vino que nos acompañará en la comida. Vino DO Toro viene a buena temperatura pero pedimos una cubitera con hielo porque en el local hace algo de calor y se va a calentar. Al descorcharlo lo notamos está algo cerrado. Hay que dejar que respire. Enseguida se perciben las frutas de bosque y el toque mineral. En boca es goloso, redondo, pasando con pretendida suavidad pero limpiando cualquier resto de sabor de comida a su paso.
Es de los que no hay que perderse.
Como entrantes nos decidimos por dos croquetas de jamón. Son caseras pero les falta algo de potencia en el sabor. Creemos que si infusionaran un hueso de jamón y añadieran algo de esta infusión a la bechamel, conseguirían unas croquetas más sabrosas. Eso si, son grandes y muy crujientes.
Luego viene un calamar con verduritas salteadas y sal maldon de vino: el plato es muy bonito aunque el calamar está algo duro. Las verduritas son crudites en juliana. Buen plato cuando el calamar esté algo más tierno.
Impresionante pulpo a la brasa con crema de calabaza y tierra de pimentón: delicioso pulpo muy tierno que junto a la crema de calabaza hacen un matrimonio perfecto. Pedimos más sal (nos vuelven a traer sal maldon de vino) porque la calabaza es muy dulce y este se come el fantástico sabor del pulpo.
Muy buen entrecot de buey que viene con patatas fritas y verduritas en juliana salteadas. El entrecot no es muy gordo y viene algo más hecho de lo que nos gusta. Aún así esta muy muy tierno.
Hemos llegado mal al postre y pese a que tienen unas tartas muy apetecibles, nos decidimos por dos trufas de chocolate caseras (sólo para los amantes del chocolate negro). Ricas ricas. 
Andrés remata la comida con su consabido ristreto. Yo apuro mi copa de San Román.

miércoles, 14 de marzo de 2018

2 de marzo de 2018. La Mirona c/ Conde Altea, 9 Tf 960070595

Este viernes nos vamos a encontrar con un chef. Me enteré que Pablo García Vernetta había aterrizado en este local y allí que nos dirigimos para conocer este local y lo que está haciendo Pablo en su cocina.
Llego la primera y me dejan elegir una de las mesas de dos que hay libres. Me pido una cerveza Alhambra y me dispongo a esperar a Andrés. A los minutos llega. Se pide otra cerveza que viene con unas aceitunas. Queremos quitarnos la sed que tenemos porque primero, antes de la comida, debemos hacer una cata de un vino que nos han enviado de muestra. Pertenece al grupo de bodegas Faustino, este pertenece a la Bodega Portia. Es un verdejo de Rueda de 2017. Había preguntado en el local, cuando hice la reserva, si podríamos tomar el vino que llevábamos. No me pusieron inconveniente y nos cobrarían el descorche. Pero vamos al vino. 
Desde el principio nos parece un vino más complejo que un verdejo. En la fase visual es amarillo pajizo con brillos verdosos. En nariz, a copa parada, sale hueso de albaricoque y de melocotón, notas cítricas. A Andrés le sale el aroma de ciruelo, también de apio y de moras. Al moverlo, salen notas más cítricas y dulzonas, como de flores dulces (jazmín y galán de noche). En boca es complejo, con fantástica acidez. Le hicimos competir con distintos platos y limpiaba la boca que daba gusto. Nos gusta mucho.
Como no sabíamos si iba a poder con algunos platos, pedimos una botella de Viña Pomal del 2014, un rioja seguro que siempre está plácido de beber. 
Y ahora vamos a lo importante. 
Nos decidimos por tapas variadas (realmente raciones).
Comenzamos con un estupendo steak tartar la Mirona: carne cortada a cuchillo, bien aderezada (no preguntaron el punto de picante pero venía con un toque importante de pimienta pero sin exagerar), no detectamos las anchoas pero si la cebolla y la mostaza. Nos gustó mucho.
Foie micuit con espuma de maíz dulce y palomitas. El micuit estaba fantástico. Tal vez la espuma despistaba algo el sabor del micuit pero el plato es entretenido y diferente (siempre lo acompañan de mermeladas y geles. Esta vez la espuma hacía esta función).
Pulpo a la cerveza. Un guiso de rodajas de pulpo, cebollitas y patatitas. Rico y también diferente a lo habitual.
Tremendas bravas La Mirona. Patatas en gajos, tiernas por dentro y crujientes por fuera y un alioli de ajo negro que quitaba el sentido. Plato redondo.
Unas impresionantes mollejas de cordero con salsa de foie y trufa negra. Mollejitas rebozadas y bien fritas y luego entregadas a una deliciosa salsa de foie que les iba como anillo al dedo. 
Como postre nos pedimos un brownie de chocolate con helado de vainilla. El brownie tenía el corazón bien tierno y cremoso. Buen fin de fiesta.
Andrés remató la comida con su consabido ristreto que vino por partida doble y se tomó ambos dos. Además nos invitaron a un digestivo: un chupito de Cardhu.
Al final salió Pablo a la sala, saludó a las distintas mesas, hablamos unos minutos con él y nos enteramos que hoy era su primer día. No quiero ni pensar cuando se haga el dueño de los fogones lo que creará en esa cocina.